Cada primavera nos enfrentamos al ritual de cambiar la hora de nuestros relojes, adelantar una hora el despertador y ajustar nuestras rutinas a este “nuevo tiempo”. Este ajuste se empezó a realizar como directiva en el año 1981, renovándose cada cuatro años; y no fue hasta el año 2001, cuando se aprobó con carácter indefinido con el ánimo de ahorrar en energía eléctrica. Además, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) y algunas organizaciones ecologistas indican que este ajuste contribuye de manera productiva en una menor contaminación ambiental.

Si repasamos los números, el “horario de verano” permite un ahorro aproximado de un 5% o lo que es lo mismo, unos 300 millones de euros al año en ahorro energético. Esto supone el 0,03%del P.I.B, de ellos 90 millones corresponden al ahorro doméstico, mientras que los otros 210 millones lo son al sector servicios e industria.

Esta medida no está exenta de detractores. Uno de sus principales argumentos es que se pueden producir picos en la demanda de electricidad o que el ahorro quedará “compensado” por el uso más intensivo del aire acondicionado en los meses de verano. También se argumentan cuestiones relacionadas con la alteración de los biorritmos que pueden tener un efecto negativo, aunque no dramático, en la salud. Lo cierto es que en ocasiones podemos sentirnos más cansados, pero tal vez el motivo sea que no ajustamos el “horario de verano” a nuestro propio ritmo de vida; a más horas de luz, más horas de disfrutar despiertos de un clima más amable en el exterior y menos de sueño reparador.

Este nuevo horario debería ir acompañado de algunas medidas que ya hemos desarrollado en anteriores posts, pero que conviene recordar:

– Ajustar la potencia contratada a nuestras necesidades reales. Grupo Carvisa ofrece un estudio sobre estas necesidades y las mejores opciones de contratación.

– Aprovechar las ventajas de ser unos de los países donde disfrutar de más horas de luz solar. En este sentido, la opción del autoconsumo a través de paneles solares o generadores eólicos domésticos viene a reforzar las posibilidades de conseguir un ahorro significativo en nuestra factura energética.

– No derrochar la luz artificial manteniéndola encendida sin estar en la habitación o manteniendo los electrodomésticos en la posición stand by.

– Optar por puntos de luz de bajo consumo como fluorescentes, bombillas de bajo consumo o luces LED. Esta tecnología permite un ahorro de hasta un 80%.

– Utilizar tonos claros/luminosos en la decoración (paredes) que reflejen más la luz.

– Mantener los puntos de luz libres de polvo y suciedad, ya que esto dificulta la difusión de la luz.

– En el caso de tener bombillas halógenas, usar reguladores de potencia que pueden dosificar el flujo eléctrico. Además de ahorro, conseguiremos crear diferentes ambientes en una misma habitación.

– Instalar detectores de movimiento en zonas de paso. Usaremos la luz que necesitamos justo en el momento en la que la necesitamos.

Posiblemente todos estos consejos tienen mucho que ver con el sentido del ahorro, pero sin duda lo tienen con el sentido común